Y un día me di cuenta de que ya todo había cambiado. Fue el día en que la realidad me mostró un salto estructural en la manera de crear terror. Y, lamentablemente, desde ese día sigo comprobando que las formas de ese terror siguen mostrándose descarnadas.
Fue el 11 de septiembre del año 2001 cuando dos aviones atravesaron las Torres Gemelas en Nueva York.
En ocasiones en mis intervenciones comparto mis sensaciones sobre este terrible acontecimiento para explicar que ya nada volverá a ser como antes. Ese día se me hizo dramáticamente visible que nuestro mundo había larvado cambios de una gran profundidad y que los años siguientes mostrarían con crudeza.
Desde ese día el límite entre lo posible y lo imposible quedó desdibujado para siempre.
Fue un duro golpe que debió habernos despertado para que nos diésemos cuenta de que la velocidad y el contenido de la evolución tecnológica y la globalización nos afectaban sistémicamente.
Desde entonces la velocidad de transformación de nuestro entorno ha superado la velocidad de transformación de nuestra percepción individual. Nuestra manera de ver el mundo, de interpretarlo y de movernos en él requiere cambios culturales de profundidad.
Y este desajuste de velocidades plantea nuevos retos para las organizaciones en las que trabajamos ya que la configuración del espacio natural en el que han de desarrollar su actividad cambia continuamente.
Nuestra mirada tradicional se queda obsoleta. Los entornos y los sistemas humanos que cohabitan en él ya no son predecibles, ni se pueden analizar de una manera lineal. En consecuencia es difícil planificar el futuro con exactitud. Ya no es posible anticiparlo proyectando desde el pasado para encontrar un objetivo o una solución óptima.
La planificación como proceso de decisión lineal ya sólo es útil en entornos de baja variabilidad. Y sólo en esos entornos se puede entender la vieja afirmación de Ford: “El cliente puede escoger el auto del color que quiera, mientras sea negro”. Pero esto ya no sirve.
Ahora nos movemos en espacios totalmente distintos. Los entornos han evolucionado. Y requieren que nos adaptemos a ellos.
Ahora nos movemos en un entorno que ha pasado a denominarse con el acrónimo VUCA[i]:
Los límites se desdibujan, no hay control sobre las variables, el efecto de las intervenciones no es anticipable, no hay certezas totales.
Justo un año antes del 11-S, en el año 2000, Jorge Wagensberg [ii], plantea su Ley General del Cambio como intento de trazar un mapa para comprender las alternativas de las que dispone un organismo vivo para seguir vivo en un entorno determinado. La ley condensa e integra conocimientos provenientes de la física, la química y la biología y se comprende a partir de los siguientes enunciados:
¿Qué hacer entonces para aumentar la capacidad de supervivencia a través de la adaptabilidad en entornos VUCA?
Explorar y responder esta pregunta requiere un espacio adecuado. Se lo daré en mi próximo post.
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[i] VUCA es un acrónimo acuñado por el US ARMY WAR COLLEGE después de los atentados del 11S.
[ii] Jorge Wagensberg es profesor, investigador y escritor español nacido en Barcelona, el 2 de diciembrede 1948. Licenciado (1971) y doctorado (1976) en Física con premio extraordinario por la Universidad de Barcelona, donde es profesor de Teoría de los Procesos Irreversibles en la Facultad de Física desde 1981. Creó y dirigió entre 1991 y 2005 el museo de la ciencia de la Fundación “la Caixa” en Barcelona. Crea y dirige la serie Metatemas de Tusquets editores, colección de referencia del pensamiento científico. Ha sido el director científico de la Fundación “la Caixa” hasta 2014.
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