Para seguir estando. Para seguir existiendo. Para seguir vivos.
El cambio es algo natural, es un proceso de adaptación, de preservación de nosotros como seres vivos en los entornos en los que nos toca vivir. Es un proceso que existe y ha existido siempre. Es el mismo proceso que hace que nuestra piel se renueve continuamente cada 28 días, de manera natural y sin que nos demos cuenta. No es algo coyuntural, que sólo pasa a veces, sino que acontece de manera inevitable desde que los seres vivos nacen hasta que mueren.
Personas y Organizaciones entablan una danza permanente con el entorno en el que conviven para adaptarse y mantenerse en equilibro y sincronía. No tener la capacidad de hacerlo es poner en peligro su sobrevivencia.
Si, cambiar para seguir vivos. Afirmación que esconde una idea de enorme valor: cambiar para seguir y, al seguir, mantener algo, hacer que algo perdure y se conserve.
Parece contradictorio pero cambiamos porque queremos conservar algo esencial. Y en la medida en que somos capaces de tener más claro aquello que queremos conservar, cuanto más certera es la definición de lo que se quiere preservar, más definido queda todo lo que se puede cambiar.
Humberto Maturana Lo explica así:
“La historia es un proceso de transformación que surge continuamente a partir de lo que se conserva.(…). Si la conservación se detiene, se acaba la historia. Esto es exactamente lo que encontramos en la historia de los seres vivos: algunas formas de vida desaparecen pero los sistemas continúan.¿Y qué es lo que se conserva? La vida. (…) Y cuando algo empieza a conservarse se abre espacio para que todo cambie alrededor de lo que se conserva. (…). Y lo que se preserva define la identidad y lo que se preserva define lo que puede cambiar. Y esto es interesante porque estamos tan preocupados con el cambio que no nos damos cuenta de que lo importante es lo que perdura.”
En una empresa, si lo que se quiere conservar es la creación de valor para el accionista, si lo más importante es la cuenta de resultados de final de año, todo lo demás puede cambiar menos esto. Sin embargo, si lo que se quiere conservar y mantener es el propósito para el que la empresa fue creada, por ejemplo, atender las necesidades de transporte en una ciudad, si ése es el sentido del negocio, esto queda por delante incluso del logro de beneficios y es una consecuencia lógica y natural.
La definición, pues, de lo que se quiere proteger y conservar clarifica todo lo que puede y lo que no puede cambiar.
Si miramos una empresa que ha existido desde hace muchos años, puede que haya cambiado su volumen de ventas, sus políticas de gestión, sus productos, pero podremos observar que algo se ha conservado, quizás el nombre, el estilo de relaciones y liderazgo, el sistema de producción, los procesos de innovación. Y son esas cosas las que constituyen la identidad de la empresa. ¿Qué conservan Apple, Mercedes Benz, Cruz Roja Internacional haciendo lo que hacen? Lo que las define, su esencia, su identidad.
Por todo ello es fundamental explorar qué profundidad tiene el cambio que el entorno nos empuja a realizar y a qué nivel afecta: a la estructura, a los procesos, a las relaciones o a la identidad.
Sin cambio no alcanzamos retos.
Sin cambio no protegemos lo que nos da sentido.
Cambiamos para perseverar y proteger nuestra identidad.
Para seguir estando. Para seguir existiendo. Para seguir vivos.
Todo el artículo me ha parecido genial. Una buena reflexión sobre el cambio. En algún momento me ha recordado aquello de ‘que todo cambie para que no cambie nada’ de Lampedusa y ‘El Gatopardo’, y me ha impactado mucho el último gráfico sobre ‘los cuatro niveles de cambio’.
Pregunta: ¿Qué hacer cuando un cambio afecta a tu identidad?
Sergio, muchas gracias por tu comentario.
Los cambios que afectan a nuestra identidad son los cambios que están afectando a lo más esencial y profundo de aquello que nos configura. Cabe preguntarse entonces dónde está el límite a partir del cual dejo de ser yo y siento que paso a ser otro: ¿Qué es aquello que si pierdo o se transforma me hace ser otro? ¿Es el cargo que pone mi tarjeta de visita? ¿Es el coche que tengo en el garaje?…en definitiva es lo que tengo o lo que soy.
Una idea interesante es la que propone J. Wagensberg cuando habla de un estado posible para «estar en el mundo y dar salida a la incertidumbre que aprieta»..y es que más que tener una identidad podemos llegar a tener una «tendencia a tener una identidad»…a fluir apegados a lo mínimo que nos estructure y soltando todo lo superfluo.
Un abrazo.