Todos, personas, equipos, empresas y la sociedad en su conjunto vivimos en un entorno al que, desde el terrible atentado de las torres gemelas, se le denomina VUCA.
Un entorno VUCA es un entorno en el que todo sucede muy rápido, en el que nada se puede prever ya que nos sumerge en un estado de complejidad y ambigüedad absolutas.
Sin embargo, en estos momentos de crisis mundial VUCA ya no describe un entorno. Ahora ES, simple y llanamente, un ESTADO DE ÁNIMO.
Para que entendamos por qué es un estado de ánimo es necesario comprender que los eventos que van ocurriendo se comportan de manera EXPONENCIAL.
Es decir, tal como muestra la Figura 1, durante mucho tiempo se van larvando ciertas condiciones en una variable que, de pronto y de manera abrupta, hacen explotar sus efectos multiplicándose más que proporcionalmente.
Figura 1
Esta gráfica describe el comportamiento del contagio del Coronavirus, pero también el comportamiento del avance tecnológico, del consumo de combustible en la era industrial o la reciente afluencia de refugiados a Europa.
Sin embargo, la descarga emocional que sentimos cuando la exponencialidad nos afecta de manera directa se muestra mejor en la Figura 2.
Es una caída al vacío, sin paracaídas. Una caída en la que no vemos el final, en la que todo cambia de manera rápida, sin saber cómo ni hacia dónde; en la que sí o sí abandonamos lo conocido, y en la que, en la velocidad de la caída, sentimos que lo vamos perdiendo todo. Porque se pierden muchas de nuestras certezas; porque nos enfrentamos a nuestra vulnerabilidad. Y porque el miedo aparece, de manera intensa, cumpliendo el papel que la naturaleza le ha otorgado: un miedo que nos exige protección y cuidado pero que no sabemos dónde encontrarlo.
Figura 2
Y ¿qué podemos hacer con ello? ¿Cómo compensar ese miedo? ¿Cómo regularlo?.Ya que si no lo controlamos la percepción de incertidumbre aumenta y al hacerlo aumenta la necesidad de sobreactuar, de sobre reaccionar y eso puede saturarnos o llevarnos al bloqueo.
Sin duda puede haber muchas respuestas, pero hay dos que son especialmente poderosas y que están a nuestro alcance.
La primera de ellas es CONSTRUIR CONFIANZA, y construir confianza significa hacernos cargo de nuestra vulnerabilidad y hacernos responsables de nosotros mismos. Hacernos cargo significa ser honestos y transparentes sobre lo que nos ocurre; hacer lo mejor posible aquello que sabemos hacer de manera singular, porque lo hacemos muy bien y porque es lo que los otros esperan de nosotros. Así construimos confianza y así nos hacemos más confiables para los demás. Así actuamos sobre nosotros mismos y sobre nuestro miedo.
Y, la segunda respuesta es COOPERAR, es decir, hacernos cargos de los otros. Porque cooperar significa hacer acciones concretas que impacten positivamente en los otros. Significa hacer visibles a los otros delante de nosotros. Reconocerlos y escuchar qué necesitan y ayudarles activamente a conseguir lo que necesitan.
Si confiamos y cooperamos nos ayudaremos a amortiguar la sensación de caída al vacío, a compensar nuestro miedo.
Estos días son de una exigencia sin igual. Los conceptos de distancia, de tiempo, de efectividad, de relación se transformarán. La sacudida es fuerte. Sin embargo podemos responder a todo ello. Porque es momento de conectar con nuestra capacidad de confiar y cooperar, desde nuestra singularidad, con serenidad. Y también con determinación.
Quizás algunos ya hayan hechos los deberes y ya han tejido redes de confianza y cooperación con antelación. A ellos, sin duda, les será más fácil. Y a los que no lo hayan hecho espero que entiendan que en el futuro que viene, confiar y cooperar es tener una ventaja competitiva sin igual.
Acabo dejándote dos preguntas que te invito que te hagas al acabar tu día:
y…
#Seguimos
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